jueves, septiembre 22, 2005

Capítulo dos: Tornicheli y los monos

(Gorda. Gorda. Gorda. Demasiada piel, gorda. Parecés una oruga hinchada de savia, brillante como un cuerpo pálido empapado de sudor ¿Quién te va a querer así? Lo sabés, el amor no es para gente como vos. Lo sabés. Detrás de ese cuerpo de jugo y mazapán se siente amargo, gorda. Princesas ávidas de amores y príncipes que persiguen la pureza. Ya no creés en esas cosas. Ahora tenés los ojos vueltos al mundo. Y el mundo se pone feo, gorda. El mundo es un pantano desdeñoso, ya no quedan horizontes. Sólo hundirte, abandonarte, enlodarte, en la rutina de la profesión, en el té de los viernes a las seis con tus amigas. Medialunas de manteca, gorda y vos estás atascada en un montón de piel. Ya no podés levantar los pies. Te movés un poco al costado - viscosa, tupida - en el líquido denso y pesadas ondas nacen muy lento y desaparecen. Como todo a tu alrededor. Lento, pesado y se muere ¿Qué vas a hacer con tanta piel, gorda?)

- ¡Cuarenta y tres!
- Perdón, ¿qué número dijo?
- El cuarenta y tres.
- Ah, no.

(Cuarenta y tres, puta madre. Que se apuren. Ah, y el viejo de mierda este; cómo te cagaría a trompadas. Te sacaría el bastón de una patada y te molería a golpes. Te partiría en pedazos cada hueso de tu enclenque y patético cuerpo. Anatomía triste y decadente, empecinada. Testaruda, porfiada, persistiendo más allá de su destino en un tiempo que no le pertenece, que no entiende y aborrece. Que desprecia y viceversa. El odio, del viejo a la época, de la época al viejo. Ida y vuelta, de uno al otro. El defasaje, el elemento extraño, el objeto ajeno a la estructura que balbucea, que masculla contra ésta con el paladar empastado, cubierto de cola de carpintero. Si quisiera quedarse pegado, definitivamente, inmóvil. Pero no así – que está mal –, no como ahora. Quisiera chasquear y fusionar maxilares en un único grito de gol del Charro Moreno o en el eterno compás de un tango de Pichuco. Que nada vuelva entonces a moverse de donde tiene que estar ¿Por qué no te hacés un favor y te morís de una vez, viejo choto?)

- ¡Cuarenta y cuatro!
- Sí. Yo…
- Buenas, ¿qué necesita?
- Qué tal. Vengo a hacer la transferencia por el dominio de este auto, ahora a nombre de Sergio Ceretti.
- ¿Usted es Sergio Ceretti?
- No, Tornicheli. Pero tengo un “sustituye facultades” aquí a mi nombre ¿Ve?
- Muy bien, me va a tener que dejar sus datos aquí. Nombre, apellido, número de documento, con su firma al final. Y después me llena este formulario, el B2, por el que va a tener que abonar 12 pesos, y pega dos fotos carnet en los cuadrados en blanco estos.
- ¿Tengo que pegar dos fotos?
- Sí, una en cada espacio.
- ¿No hay otra forma de hacerlo?
- No ¿Cuál es el problema? Ahí, sobre el mostrador, tiene el pegamento. Trae las fotos, las pega y listo.
- Es que usted no entiende. Yo no puedo hacer eso. Yo estoy en contra de las cosas que se pegan.
- Ah, lo siento. Problema suyo. Si no pega las fotos no podemos aceptarle el formulario.
- Pero realmente necesito hacer la transferencia.
- Usted verá…
- ¿Quién es el encargado de este registro?
- El doctor Varticchi.
- Quiero hablar con él.
- Está bien. Pero va a tener que esperar un momento porque ahora está ocupado.

(…)

- Ahora lo va a atender el doctor Varticchi, señor Tornicheli.

(…)

- Buenos días, Tornicheli (mientras estira el brazo por encima del escritorio)
- Mucho gusto, yo soy el doctor Varticchi (estrechan los brazos)
¿En qué puedo ayudarlo?
- Verá. El tema es que yo tengo que realizar el traspaso del dominio de este auto. Tengo acá los papeles, el “sustituye facultades a mi nombre”, mi documento, la tarjeta verde…
- Sí, veo que está todo en orden. Así puede hacerlo tranquilamente ¿acaso le pusieron alguna objeción en mesa de entradas?
- No, no.
- ¿Cuál es el problema entonces?
- Bueno, acá me explicó la señora que me atendió… ¿o señorita?
- ¿Quién, Gladis?
- No sé.
- ¿Una gorda?
- Sí, esa.
- Señorita.
- Bueno, me explicó que el trámite debe hacerse mediante el formulario B2.
- Claro, por el “sustituye facultades”.
- Ahá. Y éste exige dos fotos carnet que deben ir pegadas en primera y segunda hoja.
- Ah, ya sé lo que le preocupa. Permítame decirle que no tiene ninguna razón de ser, hay tipos mucho más feos que usted realizando en este mismo momento…
- No, no. No es eso.
- ¿Entonces?
- Mire, el asunto es que no sería honesto, no sería creíble ¿hay que pegar las fotos, no?… Vea, es que yo predico la antiadhesividad. Es una cuestión de coherencia.
- Disculpe pero no lo sigo.
- Deje que me explique ¿eso que tiene ahí en el vaso es agua, no?
- Sí.
- Bueno, seguramente ha escuchado eso de que el agua es vida. Déjeme decirle una cosa: es cierto. Pero no es vida porque usted la esté tomando y tiene sed o porque la gorda esa del mostrador…
- Gladis.
- Esa, la use para regar las plantas que tienen en la sala de espera. Las que no son de plástico, bah ¿Hay varias de plástico, no?
- Sí.
- ¿Las trajo la gorda, ah?
- Gladis, sí.
- El agua es vida porque antes de llegar al vaso que usted tiene sobre el escritorio o a la regadera de quien sea que riegue las plantas bajó por un río, llegó al mar, se evaporó, subió al cielo donde se agrupó con más agua y cayó en algún lado en forma de lluvia.
- Perfecto, pero eso qué tiene que ver con…
- ¡El movimiento! Se trata del movimiento. Mire, ¿usted se considera más valioso que un mono?
- ¿Que un mono? Quiero pensar que sí.
- Seguro. Y se trata del hecho de que usted está acá, haciendo quién sabe qué con todos esos formularios cuando un mono es incapaz de hacerlo.
- Ahá.
- Pero además usted si quiere subirse a un árbol y comerse una banana puede hacerlo, no?
- Sí que puedo.
- No es que los superamos en el ciclo evolutivo, es que pasamos sobre ellos…
- Ssí, pero…
- Escuche esto; el motivo por el que usted es más valioso que un mono es porque hace cinco mil años el hombre estaba construyendo pirámides y explotando la agricultura mientras el mono estaba arriba de un árbol comiendo bananas. Hoy en día, el hombre está viajando en avión y trabajando con computadoras mientras el mono sigue arriba del árbol comiendo su banana ¿Me entiende?
- Creo que empiezo a hacerlo…
- Se queda pegado, eso digo. Y es, realmente, la única diferencia entre el mono y el hombre. Fundamentalistas, conservadores, tradicionalistas de cualquier tipo son solamente hombres que quieren ser monos. Quedarse pegados. Un poco más arriba, si se quiere, pero el batifondo es el mismo.
- Lo entiendo. No sé si coincido con usted, pero entiendo el punto.
- Se mueve. Ése es el punto.
- Claro, pero con respecto al formulario se trata de una mera formalidad, pero formalidad al fin y hay que cumplirla…
- ¿Pero no escuchó nada lo de que dije? ¿Siquiera alcanza a hacerse una idea de lo que me están pidiendo? ¿O acaso le resulto demasiado radical? ¡Que pegue mi foto, mi imagen, que la selle, la inmovilice en un torpe y abstracto formulario! ¡que me anule! ¡Que me transforme en un mono, eso me están pidiendo!

Entonces Tornicheli se levantó, resuelto, febril. Maldiciendo, a Varticchi, a Gladis, al viejo.
Se fue derecho a trabajar en los planos para un nuevo medio de locomoción.

viernes, septiembre 16, 2005

Incendio en la habitación de Van Gogh


("Tornicheli se zarpa mal y arruina el fin de semana largo. La misma historia de siempre". Óleo sobre tela)

viernes, septiembre 09, 2005

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lunes, septiembre 05, 2005

Capítulo I: "Sobre cómo se hace un misántropo". Octava parte

Lo primero que vio Tornicheli el martes al mediodía al regresar a su casa todo manchado con grasa y tizne, fue una botella de Sprite Light sobre la mesa y a la señora no tan gorda detrás.

- ¿De dónde venís así?
- Del trabajo.
- ¿Del trabajo? ¿Así de sucio? ¿Qué trabajo?
- Soy deshollinador ¿no sabías?
- ¿Deshollinador?
- Claro. Es un oficio honrado y necesario. Y, si no se le diera tanta importancia a todo este asunto de la imagen, sería mucho más valorado. La limpieza, para nosotros, va por dentro. Más deshollinadores y menos abogados. Eso es lo que necesita el mundo.

Tornicheli siguió de largo, sin importarle el hecho de que la señora aún no había terminado con sus preguntas. Por supuesto que no iba a contar nada.
[El asunto es el siguiente: 10 de la mañana, después de varias excusas y vueltas sobre el asunto, es citado por su jefe para cobrar lo que se le adeudaba por la venta de una mesa de roble, una lámpara y un juego de sillas barrocas. En lugar del dinero esperado, Tornicheli es servido de una serie de excusas a las que ni siquiera termina de prestar atención. Sin ánimos de replicar sale del lugar, pero antes de haber caminado una cuadra se encuentra con dos ex compañeros de trabajo que le aconsejan que renuncie. “Es un ladrón, no te paga nunca”, le dicen. Espinosa labor ésta de vender mobiliario. Tornicheli se ve arrancado de su abulia e indiferencia por una ira que lo desborda. Vuelve atropellando todo lo que se cruza hasta el mostrador del negocio. Ahí reclama, enérgico, volver a hablar con su jefe, pero sólo encuentra evasivas de respuesta. La ofuscación crece en proporciones y Tornicheli pierde el control de vista, tacto, órganos cenestésicos y, finalmente, la situación. Haciendo demasiado escándalo y llamando mucho la atención, agarra la caja registradora, manotea un montón de billetes, la levanta y la tira al piso mientras resuenan sus insultos en todo el negocio. Antes que alcance a darse vuelta ve salir a su jefe y dos tipos más. Todos son más grandes y más fuertes que él, pero Tornicheli corre y logra salir. Luego intenta subirse a un colectivo en movimiento (lo persiguen con un hacha), se cae, gira y cruza corriendo la avenida, milagrosamente sin que lo pisen. En fin, se escapa.]

¿Por qué esa señora, ahí, ese día, en el momento en que él entraba a la casa, tomando esa Sprite Light? se preguntó mientras subía a su cuarto. Entonces pensó en el tiempo como una gran explosión y en los acontecimientos que volaban por los aires y podían – por azar o simple arbitrio – caer enfrente de sus narices. En su vida, digamos. Y eso lo pensó ahí, justo desde ese algo dentro suyo que creía en una razón, un sentido detrás de los eventos y las cosas. La sangre, el alma, digo.
Entonces ya no tuvo más fuerzas. Se tiró en la cama y se durmió. Durmió mucho, como si lo que hubiese necesitado era no tener motivo para levantarse. (Sólo algo distinto que la indiferencia - pensaba). Nunca se acuerda de lo que sueña Tornicheli, pero ese día no se despertó angustiado ni agitado. Los científicos están confundidos ¿de qué maneras puede rebelarse un hombre? ¿hasta dónde puede llevar esa revolución? ¿Y el sujeto que lo perseguía con un hacha? ¿y su alma?

Cuando se levantó, Tornicheli estaba enojado. Un nuevo héroe había nacido.

domingo, septiembre 04, 2005

?

Metamorphosis II

Metamorphosis I

Capítulo I: "Sobre cómo se hace un misántropo". Séptima parte


Teorías acerca de los motivos por los que Anita dejó a Tornicheli –


La comunidad científica – esa que vive dentro de la cabeza de Tornicheli – nunca alcanzó una explicación convincente sobre las causas que llevaron a una mujer como Anita a salir con semejante perdedor. El fin de la relación - hecho mucho más razonable y acorde a la realidad - encontró, en cambio, fundamento en tres teorías diversas, todas igual de válidas.

Teoría a) El efecto boomerang - Se explica lacónicamente: "Todo vuelve".

Teoría b) La señorita se compró un auto – hecho que es sostenido desde la verificación empírica. Se explica así: "Ya tengo auto. Ergo, el pibe ese que, de cuando en cuando, me lleva en auto pierde sentido, pierde fundamento. No existe más" Y no se le responde el teléfono a una persona que no existe.

Teoría c) Tornicheli es un objeto sexual – Se explica: la atracción sexual que la persona de Tornicheli despierta en los ejemplares del sexo opuesto es de naturaleza animal; aún más, mineral. En consecuencia las mujeres lo utilizan hedónicamente para luego botarlo.
"Tornicheli no es sólo una cara bonita" replican algunos científicos. Pero la teoría se fundamenta desde un importante bagaje de eventos y acontecimientos que obligan a tenerla en consideración.

viernes, septiembre 02, 2005

Capítulo I: "Sobre cómo se hace un misántropo". Sexta parte


Día lunes –

Mensaje de Tornicheli: “Llegó la princesa? Será posible verla?”

Mensaje de Anita: “Llegué recién, estoy re cansada.”

Mensaje de Tornicheli: “Podemos vernos después?”

Mensaje de Tornicheli: “Qué onda con Anita???”

Mensaje de Tornicheli: “?????????”

jueves, septiembre 01, 2005

Periodístico

Capítulo I: "Sobre cómo se hace un misántropo". Quinta parte

Domingo de aplomo y ensimismamiento. Tornicheli se pasa el día dentro de su cabeza. Apenas envía un mensaje que, por supuesto, no encuentra respuesta. Al otro día debía llegar Anita, pero sospecha que tampoco va a saber nada de ella entonces.
Nueve de la noche llama su amiga, Natalia. Se extraña al notar que no alcanza a ponerse contento, realmente, pero igual acepta reunirse con un grupo de ex compañeros en un bar no muy lejos.
El lugar es pequeño. Un bandoneonísta, un violinista y un guitarrista tocan tango suave, delicado, jazzeado. Sus compañeros de mesa conversan de un casamiento, de alguna persona, de algo, en fin. De cuando en cuando le hacen alguna pregunta. Pero Tornicheli no presta atención, a él le gusta como la música da vueltas y dibuja dentro de su cabeza.

- Estás callado. Integrate, conversá un poco – le dice Natalia.

Pero Tornicheli apenas responde con un gesto. Y más indiferencia. En el lugar de ese algo que lo unía al mundo y a los demás seres humanos, más indiferencia.
Al otro día llegaba Anita e iba a tener que comunicarse. Algo iba a tener que decirle.