Capítulo dos: Tornicheli y los monos
(Gorda. Gorda. Gorda. Demasiada piel, gorda. Parecés una oruga hinchada de savia, brillante como un cuerpo pálido empapado de sudor ¿Quién te va a querer así? Lo sabés, el amor no es para gente como vos. Lo sabés. Detrás de ese cuerpo de jugo y mazapán se siente amargo, gorda. Princesas ávidas de amores y príncipes que persiguen la pureza. Ya no creés en esas cosas. Ahora tenés los ojos vueltos al mundo. Y el mundo se pone feo, gorda. El mundo es un pantano desdeñoso, ya no quedan horizontes. Sólo hundirte, abandonarte, enlodarte, en la rutina de la profesión, en el té de los viernes a las seis con tus amigas. Medialunas de manteca, gorda y vos estás atascada en un montón de piel. Ya no podés levantar los pies. Te movés un poco al costado - viscosa, tupida - en el líquido denso y pesadas ondas nacen muy lento y desaparecen. Como todo a tu alrededor. Lento, pesado y se muere ¿Qué vas a hacer con tanta piel, gorda?)
- ¡Cuarenta y tres!
- Perdón, ¿qué número dijo?
- El cuarenta y tres.
- Ah, no.
(Cuarenta y tres, puta madre. Que se apuren. Ah, y el viejo de mierda este; cómo te cagaría a trompadas. Te sacaría el bastón de una patada y te molería a golpes. Te partiría en pedazos cada hueso de tu enclenque y patético cuerpo. Anatomía triste y decadente, empecinada. Testaruda, porfiada, persistiendo más allá de su destino en un tiempo que no le pertenece, que no entiende y aborrece. Que desprecia y viceversa. El odio, del viejo a la época, de la época al viejo. Ida y vuelta, de uno al otro. El defasaje, el elemento extraño, el objeto ajeno a la estructura que balbucea, que masculla contra ésta con el paladar empastado, cubierto de cola de carpintero. Si quisiera quedarse pegado, definitivamente, inmóvil. Pero no así – que está mal –, no como ahora. Quisiera chasquear y fusionar maxilares en un único grito de gol del Charro Moreno o en el eterno compás de un tango de Pichuco. Que nada vuelva entonces a moverse de donde tiene que estar ¿Por qué no te hacés un favor y te morís de una vez, viejo choto?)
- ¡Cuarenta y cuatro!
- Sí. Yo…
- Buenas, ¿qué necesita?
- Qué tal. Vengo a hacer la transferencia por el dominio de este auto, ahora a nombre de Sergio Ceretti.
- ¿Usted es Sergio Ceretti?
- No, Tornicheli. Pero tengo un “sustituye facultades” aquí a mi nombre ¿Ve?
- Muy bien, me va a tener que dejar sus datos aquí. Nombre, apellido, número de documento, con su firma al final. Y después me llena este formulario, el B2, por el que va a tener que abonar 12 pesos, y pega dos fotos carnet en los cuadrados en blanco estos.
- ¿Tengo que pegar dos fotos?
- Sí, una en cada espacio.
- ¿No hay otra forma de hacerlo?
- No ¿Cuál es el problema? Ahí, sobre el mostrador, tiene el pegamento. Trae las fotos, las pega y listo.
- Es que usted no entiende. Yo no puedo hacer eso. Yo estoy en contra de las cosas que se pegan.
- Ah, lo siento. Problema suyo. Si no pega las fotos no podemos aceptarle el formulario.
- Pero realmente necesito hacer la transferencia.
- Usted verá…
- ¿Quién es el encargado de este registro?
- El doctor Varticchi.
- Quiero hablar con él.
- Está bien. Pero va a tener que esperar un momento porque ahora está ocupado.
(…)
- Ahora lo va a atender el doctor Varticchi, señor Tornicheli.
(…)
- Buenos días, Tornicheli (mientras estira el brazo por encima del escritorio)
- Mucho gusto, yo soy el doctor Varticchi (estrechan los brazos)
¿En qué puedo ayudarlo?
- Verá. El tema es que yo tengo que realizar el traspaso del dominio de este auto. Tengo acá los papeles, el “sustituye facultades a mi nombre”, mi documento, la tarjeta verde…
- Sí, veo que está todo en orden. Así puede hacerlo tranquilamente ¿acaso le pusieron alguna objeción en mesa de entradas?
- No, no.
- ¿Cuál es el problema entonces?
- Bueno, acá me explicó la señora que me atendió… ¿o señorita?
- ¿Quién, Gladis?
- No sé.
- ¿Una gorda?
- Sí, esa.
- Señorita.
- Bueno, me explicó que el trámite debe hacerse mediante el formulario B2.
- Claro, por el “sustituye facultades”.
- Ahá. Y éste exige dos fotos carnet que deben ir pegadas en primera y segunda hoja.
- Ah, ya sé lo que le preocupa. Permítame decirle que no tiene ninguna razón de ser, hay tipos mucho más feos que usted realizando en este mismo momento…
- No, no. No es eso.
- ¿Entonces?
- Mire, el asunto es que no sería honesto, no sería creíble ¿hay que pegar las fotos, no?… Vea, es que yo predico la antiadhesividad. Es una cuestión de coherencia.
- Disculpe pero no lo sigo.
- Deje que me explique ¿eso que tiene ahí en el vaso es agua, no?
- Sí.
- Bueno, seguramente ha escuchado eso de que el agua es vida. Déjeme decirle una cosa: es cierto. Pero no es vida porque usted la esté tomando y tiene sed o porque la gorda esa del mostrador…
- Gladis.
- Esa, la use para regar las plantas que tienen en la sala de espera. Las que no son de plástico, bah ¿Hay varias de plástico, no?
- Sí.
- ¿Las trajo la gorda, ah?
- Gladis, sí.
- El agua es vida porque antes de llegar al vaso que usted tiene sobre el escritorio o a la regadera de quien sea que riegue las plantas bajó por un río, llegó al mar, se evaporó, subió al cielo donde se agrupó con más agua y cayó en algún lado en forma de lluvia.
- Perfecto, pero eso qué tiene que ver con…
- ¡El movimiento! Se trata del movimiento. Mire, ¿usted se considera más valioso que un mono?
- ¿Que un mono? Quiero pensar que sí.
- Seguro. Y se trata del hecho de que usted está acá, haciendo quién sabe qué con todos esos formularios cuando un mono es incapaz de hacerlo.
- Ahá.
- Pero además usted si quiere subirse a un árbol y comerse una banana puede hacerlo, no?
- Sí que puedo.
- No es que los superamos en el ciclo evolutivo, es que pasamos sobre ellos…
- Ssí, pero…
- Escuche esto; el motivo por el que usted es más valioso que un mono es porque hace cinco mil años el hombre estaba construyendo pirámides y explotando la agricultura mientras el mono estaba arriba de un árbol comiendo bananas. Hoy en día, el hombre está viajando en avión y trabajando con computadoras mientras el mono sigue arriba del árbol comiendo su banana ¿Me entiende?
- Creo que empiezo a hacerlo…
- Se queda pegado, eso digo. Y es, realmente, la única diferencia entre el mono y el hombre. Fundamentalistas, conservadores, tradicionalistas de cualquier tipo son solamente hombres que quieren ser monos. Quedarse pegados. Un poco más arriba, si se quiere, pero el batifondo es el mismo.
- Lo entiendo. No sé si coincido con usted, pero entiendo el punto.
- Se mueve. Ése es el punto.
- Claro, pero con respecto al formulario se trata de una mera formalidad, pero formalidad al fin y hay que cumplirla…
- ¿Pero no escuchó nada lo de que dije? ¿Siquiera alcanza a hacerse una idea de lo que me están pidiendo? ¿O acaso le resulto demasiado radical? ¡Que pegue mi foto, mi imagen, que la selle, la inmovilice en un torpe y abstracto formulario! ¡que me anule! ¡Que me transforme en un mono, eso me están pidiendo!
Entonces Tornicheli se levantó, resuelto, febril. Maldiciendo, a Varticchi, a Gladis, al viejo.
Se fue derecho a trabajar en los planos para un nuevo medio de locomoción.
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